Cuando yo era pequeña, me gustaban las historias de seres
sobrenaturales que la maestra nos leía, aunque los niños se burlaban
de mí por creer en ello; decían que no era real, pero yo no les
hacía caso.
Un día, cuando me quedé sola en mi casa, escuché unas risas
curiosas, pero no le presté atención. Pensé que solo era
imaginación mía, así que continué con mis oficios y de nuevo
volví a escuchar esas risas. Me asomé y eran unas pequeñas y hermosas hadas. Me
sorprendí mucho, nunca creí ver un hada de verdad. Me fui corriendo al
patio y me escondí detrás de un árbol para observarlas
bien, pero cuando me quise acercar un poquito más, tropecé con una piedra
y ellas me vieron. Sin embargo, no escaparon, me hablaron y su voz era muy dulce,
yo no tenía miedo.
Con el tiempo nos volvimos amigas y siempre me iban a
visitar. Pero un día, cuando fue mi cumpleaños, ellas me llevaron a su mundo.
Era maravilloso. Me enseñaron muchas cosas interesantes. Allí me quedé seis
meses. Cuando me regresaron a mi mundo, les conté a mis familiares y amigos y
no me creyeron, pero eso no me afectaba. Después de todo, aunque se rieran de
mí yo sabía lo que había vivido.
FIN